sábado, 1 de octubre de 2011

Es mejor cuando entra el sol en la tarde.

No sabía ni qué decir cuando solté esa frase: "es mejor cuando entra el sol en la tarde". A pesar de que ame las mañanas sólo cuando puedo dormir hasta tarde, ya que sinceramente detesto madrugar cuando sé que nada emocionante pasará en el día, es fascinante ver cómo el sol y sus rayos se filtran por las cortinas, por los cristales de la ventana, te calienta los pies, te motiva a salir a ver el dejo de energía que tienen las personas en esa parte del día. Es el momento más fascinante, todos están exhaustos, agradecidos porque llegó la tarde y está pronto a terminarse el día, los niños podrán jugar en el parque, los jóvenes llegarán a sus casas a dormir, los novios podrán verse sin apuros, los esposos románticos prepararán su noche, y los románticos infieles inventarán excusas para verse con sus amantes, los solitarios querrán salir al parque a leer o caminar y ver a la gente, los noctámbulos estarán despertándose para empezar su nueva noche llena de cosas divertidas...


Claro que es mucho mejor. Preparamos la cena, pensamos qué haremos en la noche, si ver los programas aburridos de los canales locales, o bajaremos alguna película, o nos decidiremos a decirle al niño/a que nos gusta que lo amamos y que queremos pasar la noche con él/ella, o simplemente le diremos que lo extrañamos. Aunque la mejor es tomar la siesta de la tarde; es tan rico llegar y sentir la suavidad de las cobijas, ver cómo el sol tan atenuado del atardecer está entrando sutilmente por los huecos de la cortina y el cuarto está en la temperatura adecuada para darse el mejor sueño del día, ése que cuando despiertas te sientes renovadísimo -así hayan sido 2 horas máximo-, con hambre, con energía para hacer ciertas cosas, con perecita para arruncharse con la almohada, y hasta con el típico mal aliento del despertar.

Una de las mejores cosas es llegar a casa y ver que estás sola/o. Ahí es cuando te decides a abrir las cortinas, prender tu reproductor musical y empezar a cantar sin importar a desafinarte. O salir al balcón o asomarse a la ventana y sentir ese viento lleno de rayos solares calientes y ver cómo tus ojos quieren detallar las nubes, pero también los cierras para escuchar mejor a los pájaros que cantan adulando el atardecer.

Es que miren, en las mañanas es lindo ese sol, sí, lo anima a uno a levantarse, a hacer las labores del día, pero uno está tan apurado, que hasta se tapa la cara del sol. En la tarde, el cansancio y las ganas de sólo sentarse a detener su vida unos minutos es maravilloso si las nubes dejan pasar el sol y logra verse a través del aire. Es el momento del día que da el equilibrio perfecto, ya que sólo piensas en hacer lo que te hace feliz o te satisface mayoritariamente, así tal cual como dice Cerati: "tráeme la noche, no puedo estar despierto más sin verla".

Es mejor cuando entra el sol en la tarde, a veces sólo aprovechamos las cosas cuando estamos más despiertos y conscientes.

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