lunes, 13 de febrero de 2012

Hermosa mariposa de colores sobre rosas.

Ella se encontraba sentada en una banca, decidida a dejar pasar el día como si nada, como muchas veces pasó. Después de un día tan lleno de nada y tan vacío todo, procuró admirar el atardecer, que era lo único que le daba gloria a sus horas de soledad. Siempre tan sola, -se decía-, que no logro recordar cuándo fue la última vez que sentí la respiración de un hombre sobre mi cuello.

Ni siquiera supo cuánto tiempo duró ahí, inmóvil, casi inerte, cuando lo vio pasar. Siempre pensó que así encontraría al amor de su vida, lo que nunca se imaginó era que así mismo lo iba a sentir. Ese hombre, casi angelizado por los rayos del sol sobre su rostro, tenía unos ojos tan únicos que pudieron transmitir la transparencia de su alma. A ella ni siquiera le importó que éste haya sido el hombre más hermoso que hubiese visto en toda su vida, sólo se fijó en cómo su corazón empezó a latir más rápido y cómo sus manos sudaban desesperadamente al mismo tiempo que él se acercaba a su banca.

Al llegar a donde ella se encontraba, no pudieron evitar mirarse fijamente a los ojos. Cada uno se descubrió en el otro. Se recorrieron. Se reconocieron. Se sintieron como nunca nada los había hecho sentir. Se amaron.

Él decidió sentarse a su lado diciéndole:
-Siempre he considerado al ser humano el animal más bruto de la naturaleza. Cada vez que vengo a esta plaza, me siento aquí o allá, y observo cada movimiento durante largo tiempo y me doy cuenta de que todos los que vienen hacen lo mismo: alimentan a las palomas, los novios se sientan bajo los árboles a besarse, a desearse, otros pasan tan ligero que ni cuenta se dan de los vagabundos que andan por ahí recogiendo las monedas que los turistas ilusorios tiran a la fuente. Y, sin embargo, aquí estás tú. Es la primera vez que te veo, no vienes muy seguido, cierto?
-No. -Le respondió tímidamente.
-Aquí todos tenemos una historia que contar, eso es lo más obvio; pero yo no te quiero preguntar nada de tu vida, simplemente siento que algo muy fuerte escondes, pero al mismo tiempo es muy hermoso.
-Eso le debes decir a todas las mujeres solas que deciden sentarse aquí cuando ya no tienen nada más qué hacer en el día. -Dijo, sintiendo que un total desconocido vulneraba toda su tranquilidad, su espacio más valioso del día y sin ningún reparo de entrometerse en los asuntos de su alma.
-Lo siento, a veces suelo ser un poco impertinente en mis comentarios o quizás en mis acciones. Sólo que no puedo evitar decirte lo que sentí: eres única.

Ella, un poco atemorizada, decide correrse brúscamente. Y un poco escéptica, y quizás con aires de intelectual, le responde:
-Claro que soy única. Todos somos únicos, nadie es como yo, nadie es como tú, y aunque haya una tendencia del ser humano a comportarse de igual o similar manera que los demás, sé que yo tengo mi identidad. Ello es lo que me da mi toque único, es la esencia de mi ser.
-No hablo de tu unicidad en cuanto a tus comportamientos. Eres tan única como una hermosa mariposa de colores sobre rosas. Tienes tantos colores que hasta tus mismos ojos camaleonicos lo describen. Yo sólo traduzco, soy un intérprete.

Hubo un largo momento de silencio. Unos dos minutos que parecieron eternos. Ella tuvo ganas de acercarse de nuevo, de llorar en su hombro, de apretarle la mano y decirle que hacía mucho tiempo nadie transmitía tan bien con palabras los sentimientos. Quería contarle su vida con un beso, un beso al amor más extraño de su vida.

Cuando por fin cogió impulso, él se levantó y mirándola a los ojos le dijo:
-Tengo que irme. No soy yo quien decide si nuestro tiempo ha terminado. Lastimosamente, hoy él se me ha salido de las manos. Podría quedarme aquí, junto a ti, por horas sin siquiera decir una palabra; no hacen falta en lo absoluto. Y aunque quisiera ser dueño del tiempo, por infortunio mío el mañana no sabré si existirá. Me encantó leerte, hermosa mariposa de colores sobre rosas.

Él emprendió su camino y ella, una vez más, se quedó sola en su banca. Por un momento pensó que había alucinado, parecía algo irreal. No se percató de preguntarle su nombre, su teléfono, algo de su vida... a fin de cuentas, ni le importó. Por primera vez en muchos meses, años tal vez, se sentía llena de magia, quería reírse de sí misma, quería llorar de felicidad, pero también quería gritar de impotencia, ¿quién demonios era él?, ¿cómo se atrevía a enamorarla tan rápidamente y largarse sin siquiera ella darse cuenta? La invadió la rabia, quería volver a verlo.

Aquí ninguna leyenda cuenta nada, pero desde entonces ella espera volver a encontrárselo por ahí, lo busca en todas las caras que pasan por su lado. Desde entonces, también, nunca ha parado de sonreír y de dar amor, de saber que la alegría se enciende en casi 7 minutos y que puede nunca apagarse con tan sólo el recuerdo de lo maravilloso que fue ese momento. Dejó de sentirse sola y, aunque le costó entenderlo, supo que siempre estarían juntos: ella, él y ese amor que nació y se quedó para siempre.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Mujer: el mejor diablo de la tierra.

Estaba yo leyendo este blog [http://unagotitadecafe.tumblr.com/post/16359533219/mujer#] a cerca de la mujer que, en conclusión, nos dice que somos el mismísimo diablo. Bueno, en parte, sí lo comparto, sólo que debo agregar que somos un diablo bastante complicado, no somos como aquél que está en el infierno y que hace el mal a todos y tiene un tridente (aunque algunas sí tienen una gran cola, así sea postiza como la de Jessica Cediel). Yo agregaría que muchos no están tan errados al llamarnos brujas, pero todo proviene de algún sitio: de los hombres (¿Qué creyeron?, ¿que la mayor desgracia de las mujeres se iban a quedar por fuera de este escrito? ¡Pues no, soy una bruja, pero no tuerta!).

Eso de que las mujeres lloramos por todo, es mentira en un marco general, sólo lloramos por todo cuando estamos en nuestro ciclo menstrual; pero también puede pasar lo contrario, y es que el demonio sí se nos salga. Acepto que somos una especie totalmente impredecible y eso es lo que nos hace fascinantes, aunque no me atrevo a generalizar, hay algunas con las que sí se sabe qué esperar. No entraré en detalles.

También es verdad que las mujeres nos vestimos para nosotras mismas, a nosotros nos gusta exhibir que tenemos mejor ropero que las demás, y entre más ropa tengamos, quiere decir que más plata y mejor gusto tenemos, o más endeudas estamos; igual, no importa, porque así mismo estrenamos la ropa para mostrarla a ellas, entre mujeres no se vale repetir. Y es así de simple porque los hombres nunca se fijarán lo suficiente en la ropa que llevamos, sino en el reloj para el momento de quitárnosla. Así que, tranquilas, pueden recibir "la visita" en pijama, y entre más piel muestre, mejor (para él).

Principalmente, el diablo se nos sale cuando estamos borrachas, cuando nos sacan el mal genio o cuando nos rompen el corazón, y es peor cuando se mezclan. ¡Todos los hombres tienen la culpa! Ya que ninguno se toma la molestia de demostrar lo contrario o, en su defecto, nos fastidia que lo hagan. ¡Oh, sí!, el fastidio está incluido en uno de esos sentimientos que creamos en contra de los hombres.

Una noche de tragos entre mujeres despechadas se vuelve el homicidio ideal y la creación de un nuevo glosario de insultos. Y es peor el asunto cuando vemos una de esas películas románticas gringas que son basadas en libros de Nicholas Sparks donde el amor trasciende pro encima de todo; al final, terminamos llorando de la rabia ya que sabemos que ningún hombre expresaría un amor así después de cagarla al rededor de 6734 veces, casi al punto de saber que va a perder a la única mujer que estuvo ahí para soportarlo todo. Piénsenlo.

Y maldito el día que a Dios se le ocurrió sacarnos de una costilla de un hombre, desde ahí empezó esa petulante superioridad sobre nosotras que aún no terminan. Se creen tan fabulosos que sus tusas/desamores/despechos duran 15 minutos nada más (ante el mundo) hasta el próximo fin de semana que se emborrachan y empiezan a llamar y a decir estupideces que al otro día ni van a recordar. De igual manera, que son tan espectaculares que pueden escoger dentro de una gama de mujeres que están detrás de él y uno debe agradecerle el tiempo dedicado. Para saber que al final uno termina alejándose, consiguiendo otro (mejor, preferiblemente), y ahí empiezan a decir (borrachos, ya que esa es su especialidad y la forma en que mejor les sale las cosas): "tu felicidad es simplemente una fachada, deja de aparentar, sonreías más a mi lado", "¿te acuerdas de la vez que... (y ahí salen los recuerdos nostálgicos)", "me haces falta, veámonos ya (y son las 3:00am)", "estoy enamorado de tí (después de muchos meses pasados ya)", etcétera, sé que tienen muchos más.

Aunque yo también defiendo a aquellos hombres que se encuentran con esas garrapatas intensas y esas guionistas de Hollywood que se inventan una película por cada segundo que está lejos de ella. La película no sólo tiene antagónica (que es la zorra trepadora que nos está bajando al novio), sino que también tiene posibles levantes y excusas por lado y lado de todo tipo, ¡es asombroso! Aquellas que no dejan de llamar, de textear, de enviar PING por Blackberry Messenger cuando el hombre está intentando subirse el cierre del pantalón después de orinar mientras le escribe a la novia todo aquello que hace es lo peor que le puede pasar al ser humano que ama su libertad. Entiendo, sí, lo comprendo totalmente. Eso no es vivir, es estar bajo un dictadura donde el poder coercitivo es el miedo. Aunque no me molesta que nos tengan miedo, pero no bajo esas circunstancias.

Aquí no tocaré el tema del amor, porque a veces ni siquiera importa para que uno u otra lo pongan por encima de todo. Aquí lo que importa es hacer sentir celos al otro para que así podamos ver lo que siente el hombre. Las mujeres somos muy expresivas en cuanto al amor, y no sé si será cuestión hormonal -y la verdad no me interesa- pero los hombres tienden a reservarse lo que sienten y muy seguramente es porque les da pena que sus amigos los vean enamorados. Ahí el diablo femenino se sale cuando uno se harta y "deja de mostrar el hambre" alejándose: comentario que más de un amigo me ha dicho, el cual, para los hombres entre más famélica esté, más lejos de ello se encuentran.

Aquí los dejo, no sin antes decirles, hombres, que está bien no tratar de entendernos, porque el ser humano en su totalidad nunca ha logrado entenderse, ya que usualmente creen que merecen algo mejor, pero cuando no lo encuentran (cosa que casi siempre pasa), siempre terminarán volviendo a lo básico.