domingo, 11 de diciembre de 2011

Diciembre llegó con su alegría

Nunca pensé que fuese a acabarse esta semana. Siento que nací y viví toda mi vida en esta, pero no estoy muerta, relájense.

Les contaré.

Todo empieza con el bendito -o maldito- lunes; ese en el que uno revisa los correos, se actualiza de las noticias, se despierta del universo 'rumba' del fin de semana y vuelve a tomar control de su vida. Descubrí el más grande error del ser humano: no guardar los archivos importantes en el computador. ¿Qué putas piensa una persona empapada de tecnología para no guardar los archivos?

Llega el martes con novedades físicas. Me consideré una persona no alérgica, hasta que descubrí que mi cara me estaba desesperando porque no dejaba de picarme la mitad de ella. Inician los cuestionamientos: ¿habré comido algo que me cayó mal (¿cómo una comida que le 'caiga mal' tenga efectos en la cara?, ¿no se supone que es en el estómago y produce diarrea?)?, ¿serán las cremas, el tónico, las mascarillas ridículas que me aplico?, fijo fue el frío. Ahora está reseca y carrasposa.

El miércoles no fue tan novedoso, sólo me mojé lo suficiente como para ver a Calle 13 temblando y con cera de vela sobre mis manos por querer hacer parte del bulto que encendió las velas para cantar "Latinoamérica".

Ya quería que llegara el jueves porque me iba de viaje; entonces después de hacer 'check in', quise ir a la peluquería y terminé haciéndome mil cosas gracias al gran poder de convencimiento que tenía la dama que me atendió. Tenía poco tiempo para coger el vuelo y gracias a que iba con un menor de edad, terminé perdiendo mi vuelo por un papel faltante. Quería romperle la cara a patadas a la señora de la aerolínea (que no sé cuál es el nombre de su oficio, pero son de las mismas que no saben pronunciar inglés cuando hacen el llamado a abordar).

Prácticamente el jueves y el viernes fueron igual; sólo que el viernes a quien quería romperle la cara a patadas y de paso ponerle una bomba en sus genitales era al señor del DAS que, negligentemente, no me dejó abordar mi segundo avión. Ése mismo día me di cuenta que hacían falta 200 dólares de un dinero encomendado; perdidos, robados, extraviados, el caso es que ya no existen en mi bolsillo.

Oh! Glorioso sábado. Todo iba bien, logré abordar mi avión y leer en él sin dormirme en la primera media hora del vuelo. Llegué a Panamá y me encuentro con que en mi vuelo a San Juan irían famosos reggaetoneros de los cuales sólo distinguí a Tego Calderón. Y fue ahí, fue ahí cuando me di cuenta que no tenía mi iPod conmigo y corrí a través de todo el aeropuerto internacional de Panamá detrás de él. No sé en qué estaba pensando en ese momento. Quizás pensé que en Panamá, a diferencia de Bogotá, no robarían. ¡Qué ilusa! Obvio que lo había perdido: ya no tenía música, fotos, videos, notas, aplicaciones, juegos o algo 'touch' en el que pasar mi tiempo. En el avión ya no estaba mi iPod, en mis manos ya no estaría mi iPod.
No acaba ahí, cuando me doy cuenta de que estaba cantando una canción de reggaetón en frente del cantante de la misma y pasé la pena más inmensa al decirle que debía cantarla conmigo. Sí, estaba desorientada al sentirme faltante de mi aparato reproductor y no tener mi música cerca. Pido perdón a los ofendidos por esto, especialmente a mi alterego rockero.

Al llegar el domingo me dije: "es el precioso día de descanso, déjenme en paz los que me están echando la sal". Bueno, no pasó nada alarmante, me dio un gran dolor de cabeza y quise neutralizarlo escribiendo unas cuantas babosadas que sólo me importan a mí.

El caso es que reté a la mala suerte, a los que me estaban maldiciendo, a los que estaban pinchando el muñeco budú con alfileres, a los que estaban rezándole a una veladora para que todo me saliera mal, porque aquí estoy cagada de la risa contándoles a todos la mejor semana de mi vida.

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